LAS ADOLESCENCIAS NO SE SUFREN, SE ACOMPAÑAN.

Esta nueva entrada, es una carta de amor a las adolescencias, sugerimos que los padres/adultos cuidadores, lo lean con calma.

Es muy común que las personas se asusten o se consuelen mutuamente cuando hablan de tener adolescentes en casa: "oooh, lo siento, hay que tener mucha paciencia", "aaay caramba, ahora sí agárrate duro", "uuuuuf, te compadezco, esa etapa es difícil", "anda, a ponerse bien fuerte los pantalones, que el asunto es delicado" y otras tantas.

Se ve la adolescencia como un período caótico, lo que resulta cierto porque es un período de transición, de cambio y quienes más sufren con esa incertidumbre, con ese limbo, con ese mirarse al espejo un día y no reconocerse, verse distinto/a, son precisamente los adolescentes, que no solo deben luchar con la tormenta interna de sus cambios hormonales (que por supuesto implican cambios en su comportamiento), de los psicológicos, los sociales, los relaciones, sino que de paso, deben luchar con unos padres/madres/adultos a quienes les ha quedado difícil aceptar esos cambios y más todavía, aprender a flexibilizarse, para acompañarlos en ese proceso, sin que esto implique perder autoridad.  

Entonces, de las tantas tensiones que los adolescentes sienten, ahora de paso les toca lidiar con la aparente "decepción" de los padres/adultos porque sus adolescentes ya no caben en sus expectativas, que de paso, son irreales. 

La etapa de la adolescencia vista como un asunto de poder, los adultos se enredan solos en esta idea de "no vas a poder más que yo", porque piensan que los hijos "se le salieron de las manos" y es cierto, ya no son los mismos niños que obedecen, porque están en la búsqueda de su identidad. 

Unos adultos que ven en cualquier intento de independencia y autonomía, un síntoma, un problema, una etiqueta y que persisten en utilizar manipulaciones emocionales para hacer que los "niños" vuelvan a ser "como antes", so pena de no ser queridos o ser tratados como "la oveja negra de la familia"

Y sin embargo, los adultos parecen olvidar que esa es precisamente una de sus funciones, acompañar ese proceso de diferenciación, de búsqueda de individualidad sin perder la conexión con el sistema familiar, el respeto por las diferencias de cada miembro de la  familia. 

Unos adultos que se niegan a cambiar la forma en que se comunican con los adolescentes, porque no comprenden que ya no es posible "ordenar" a hacer algo que los adolescentes no quieren, sino que necesitan cambiar la forma en que se negocia la participación en las labores del hogar. 

Ahora, en lo relacionado a la función educativa de la familia y a la de acompañamiento emocional, podría ser clave para los adultos identificar 2 tipos de comunicación:

1. La comunicación informativa: donde los adultos en su labor educativa, dan instrucciones generales para la vida, como el cuidado de la salud sexual, las banderas rojas para detectar una relación no sana, cómo identificar un pedófilo, cómo protegerse en redes sociales, cómo protegerse frente al bullying, cómo reaccionar ante alguna situación de emergencia, cambiar un foco, limpiar una ventana, organizar la habitación, cambiar un neumático, preparar una comida, el manejo del dinero, entre muchos otros temas. 

2. La comunicación profunda: esta es cuando el adolescente es el que quiera hablar con el adulto, con este tipo de comunicación viene una advertencia, querrán hablar con los adultos en el momento menos esperado, tal vez en el momento en el que más estén ocupados, por lo tanto, hay que estar muy vigilantes para no perder este precioso momento.

Y es que no hay manera de coordinar una conversación profunda, si el adolescente quiere hablar en ese momento, es en ese momento, talvez los adultos creerán que lo hacen a propósito, pero no y ese es el detalle de acompañar las adolescencias, tal vez no nos guste que los hijos están creciendo, tal vez como adultos pensemos y sintamos  "ahora qué vamos a hacer con nuestras vidas", lo cierto es que las adolescencias no se sufren, implica si por supuesto lograr un equilibrio entre nuestras expectativas como adultos (que repetimos, son irreales) y las tensiones muy íntimas de ese adolescente, que solo intenta salir a flote de la tormenta emocional y psicológica que está atravesando.

Las crisis son precisamente eso, pequeños períodos de malestar emocional provocados por la falta de experiencia y respuesta a una situación completamente nueva, para todos los miembros de la familia. Entonces acompañar con respeto y escuchar sin juzgar, parecen ser la clave, para no sufrir las adolescencias.

Adriana Sofía Silva Silva, psicóloga, magíster en psicología, máster en terapia familiar sistémica. 



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